lunes, 5 de marzo de 2012

EL DESONRISO DE DANIEL




Llevo mucho tiempo, medio sonriendo, viendo para el otro lado, aquí en este pórtico catedralicio tudense. A mi lado, Jeremías, el sigue con sus lamentaciones.
Por aquí han pasado muchos siglos de historia. Vivimos momentos tristes con guerras fratricidas. También tiempos de paz. Aquí se gestaron pactos importantes para el devenir de nuestra historia, alianzas y conciertos de casamientos reales.
Pero el día que me causó más tristeza fue, ¿te acuerdas Jeremías?, un 22 de agosto de 1968, pasó por aquí, aquel general, y lo llevaban bajo palio. Al pasar a mi lado, torcí aún más la cara de vergüenza.
¿Cómo puede ser, Jeremías, que estos, que dicen ser los representantes de nuestro Dios, puedan llevarlo con la misma solemnidad que a Jesús, aquel que expulsó a los mercaderes del templo, al que impidió que lapidaran a la mujer adúltera, al que quería que se le acercasen los niños, los ladrones y las prostitutas. Al que dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico vaya al reino de los cielos. A nuestro Jesús, Jeremías, un revolucionario, un defensor de la justicia social. A nuestro Jesús que era sencillo, que no creía en disciplinas, cilicios, jerarquías, ni en “ manos a la obra”.
Pues si, me puse muy triste, se me marchitó la poca sonrisa que tenía.

Unos años más tarde, aquí, el tiempo pasa lento, muy lento, empecé otra vez a medio sonreír.
Vinieron tiempos mejores. El pueblo recuperó las libertades. Volver a empezar, se decía. Se promueve la justicia social. La educación y la sanidad se hacen universales, para todos, para los ricos y sobre todo para los pobres.
Bajo este pórtico ya no se ven a mendigos y gente desvalida clamando justicia al Eterno, se sienten felices en su mundo.

Pero, como dice el refrán, qué pronto termina la alegría en la casa de pobre.
¡Jeremías, tú y tus lamentaciones! Ahora vuelvo otra vez a desonreír .

A este pueblo feliz, una “Mano Oscura” fue ofreciéndole poco a poco y más a más, las mieles de bienestar. Y lanzaron el trasmallo, y muchos fueron perdiendo su empleo, su vivienda, sus recursos vitales, enmallados en esas redes de los dueños del “Lado Oscuro”.
Tengo miedo, Jeremías, tengo miedo en tardar a sonreír.